Buscar este blog

TRADUCTOR

11/14/20

B) LA REGRESIÓN


Una vez que nos hemos precavido contra las objeciones, o hemos indicado; por lo menos, cuáles son las armas que para nuestra defensa poseemos, no debemos aplazar por más tiempo la iniciación de nuestras investigaciones psicológicas, para las que ya nos hallamos preparados. Ante todo, reuniremos los resultados principales que hasta ahora nos ha proporcionado nuestra investigación. El sueño es un acto psíquico importante y completo. Su fuerza impulsora es siempre un deseo por realizar. Su aspecto, en el que nos es imposible reconocer tal deseo, y sus muchas singularidades y absurdidades proceden de la influencia de la censura psíquica que ha actuado sobre él durante su formación. A más de la necesidad de escapar a esta censura, han colaborado en su formación una necesidad de condensar el material psíquico, un cuidado de que fuera posible su representación por medio de imágenes sensoriales y, además --aunque no regularmente-, el cuidado de que el producto onírico total presentase un aspecto racional e inteligente. De cada uno de estos principios parte un camino que conduce a postulados e hipótesis de orden psicológico. Deberemos investigar la relación recíproca existente entre el motivo optativo y las cuatro condiciones indicadas, así como las de estas últimas entre sí. Por último, habremos de incluir al sueño en la totalidad de la vida anímica. Al principio del presente capítulo * hemos expuesto un sueño que nos plantea un enigma cuya solución no hemos emprendido todavía. La interpretación de este sueño no nos opuso dificultad ninguna, pareciéndome únicamente que había de ser completada. Nos preguntamos por qué en este caso se producía un sueño en vez del inmediato despertar el sujeto, y reconocimos como uno de los motivos del primero el deseo de representar al niño en vida. Más adelante veremos que en este sueño desempeña también un papel otro deseo distinto ; pero por lo pronto dejaremos establecido que fue para permitir una realización de deseos por lo que el proceso mental del reposo quedó convertido en un sueño. Fuera de la realización de deseos no hay más que un solo carácter que separe en este caso los dos géneros de actividad psíquica. La idea latente sería : «Veo un resplandor que viene de la habitación en la que está el cadáver. Quizá haya caído una vela sobre el ataúd y se esté quemando el niño.» El sueño reproduce sin modificación alguna el resultado de esta reflexión, pero lo introduce en una situación presente y percibida por los sentidos como un suceso de la vigilia. Este es, como sabemos, el carácter psicológico más general y evidente del sueño. Una idea, casi siempre la que entraña el deseo, queda objetivizada en el sueño y representada en forma de escena vivida. ¿Cómo podremos explicar esta peculiaridad característica de la elaboración onírica, o, hablando más modestamente, cómo podremos incluirla entre los procesos psíquicos? Un examen más detenido nos hace observar que la forma aparente de este sueño nos muestra dos caracteres casi independientes entre sí. El primero es la representación en forma de situación presente, omitiendo el «quizá». El otro es la transformación de la idea en imágenes visuales y en palabras. La transformación que las ideas latentes experimentan por el hecho de quedar representado en presente lo que ellas expresan en futuro no resulta quizá muy evidente en este sueño, circunstancia que depende del particular papel, realmente accesorio, que en él desempeña la realización de deseos. Tomemos otro sueño en el que el deseo onírico no se distinga de la continuación durante el reposo de los pensamientos de la vigilia ; por ejemplo, el sueño de la inyección de Irma. En este sueño la idea latente que alcanza una representación aparece en optativo : «¡Ojalá fuese Otto el culpable de la enfermedad de Irma !» El sueño reprime el optativo y lo sustituye por un simple presente : «Sí ; Otto tiene la culpa de la ·enfermedad de Irma.» Es ésta, pues, la primera de las transformaciones que todo sueño, incluso aquellos que aparecen libres de deformación, lleva a cabo con las ideas latentes. Pero esta primera singularidad del sueño no habrá de detenernos mucho y nos bastará recordar la existencia de fantasías conscientes y de sueños diurnos que proceden del mismo modo con su contenido de representaciones. Cuando Mr. Joyeuse, el célebre personaje de Daudet, vaga sin ocupación alguna a través de las calles de París para hacer creer a sus hijas que tiene un destino y se halla desempeñándolo, sueña con los acontecimientos que podrían proporcionarle un protector y una colocación y se los imagina en presente. El fenómeno onírico utiliza, por tanto, el presente en la misma forma y con el mismo derecho que el sueño diurno. El presente es el tiempo en que el deseo es representado como realizado. El segundo de los caracteres antes mencionados es, en cambio, peculiar al sueño y lo diferencia de la ensoñación diurna. Este carácter es el de que el contenido de representaciones no es pensado, sino que queda transformado en imágenes sensoriales a las que prestamos fe y que creemos vivir. Advertiremos desde luego que no todos los sueños presentan esta transformación de representaciones en imágenes sensoriales. Hay algunos que no se componen sino de ideas, no obstante lo cual nos es imposible discutirles el carácter de sueños. Mi sueño «autodidasker la fantasía diurna con el profesor N.» es uno de éstos, en los que apenas intervienen elementos sensoriales, como si hubiéramos pensado su contenido durante la vigilia. Asimismo hay en todo sueño algo externo, elementos que no han quedado transformados en imágenes sensoriales y que son simplemente pensados o sabidos del mismo modo que en la vigilia. Recordemos, además, que tal transformación de representaciones en imágenes sensoriales no es exclusiva del sueño, sino que aparece también en la alucinación, esto es, en aquellas visiones que constituyen un síntoma de la psiconeurosis o surgen independientemente de todo estado patológico. La relación que aquí investigamos no es, pues, exclusiva del sueño, pero constituye de todos modos su carácter más notable. Su comprensión exige que ampliemos nuestras especulaciones. Entre todas las observaciones que sobre la teoría de los sueños nos ofrecen las obras de los autores ajenos al psicoanálisis hallamos una muy digna de atención. En su obra Psicofísica (tomo 11, pág. 526) influye el gran G. Th. Fechner la hipótesis de que la escena en la que los sueños se desarrollan es distinta de aquella en la que se desenvuelve la vida de representación despierta, y añade que sólo esta hipótesis puede hacernos comprender las singularidades de la vida onírica. La idea que así se nos ofrece es la de una localidad psíquica. Vamos ahora a prescindir por completo de la circunstancia de sernos conocido también anatómicamente el aparato anímico de que aquí se trata y vamos a eludir asimismo toda posible tentación de determinar en dicho sentido la localidad psíquica. Permaneceremos, pues, en terreno psicológico y no pensaremos sino en obedecer a la invitación de representarnos el instrumento puesto al servicio de las funciones anímicas como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo semejante. La localidad psíquica corresponderá entonces a un lugar situado en el interior de este aparato, en el que surge uno de los grados preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio son estos lugares puntos ideales; esto es, puntos en los que no se halla situado ningún elemento concreto del aparato. Creo innecesario excusarme por la imperfección de estas imágenes y otras que han de seguir. Estas comparaciones no tienen otro objeto que el de auxiliamos en una tentativa de llegar a la comprensión de la complicada función psíquica total, dividiéndola y adscribiendo cada una de sus funciones aisladas a uno de los elementos del aparato. La tentativa de adivinar la composición del instrumento psíquico por medio de tal división no ha sido emprendida todavía, que yo sepa. Por mi parte, no encuentro nada que a ella pueda oponerse. Creo que nos es lícito dejar libre curso a nuestras hipótesis, siempre que conservemos una perfecta imparcialidad de juicio y no tomemos nuestra débil armazón por un edificio de absoluta solidez. Como lo que necesitamos son representaciones auxiliares que nos ayuden a conseguir una primera aproximación a algo desconocido, nos serviremos del material más práctico y concreto. Nos representamos, pues, el aparato anímico como un instrumento compuesto a cuyos elementos damos el nombre de instancias, o, para mayor plasticidad, de sistemas. Hecho esto, manifestamos nuestra sospecha de que tales sistemas presenten una orientación especial constante entre sí, de un modo semejante a los diversos sistemas de lentes del telescopio, los cuales se hallan situados unos detrás de otros.

 En realidad no necesitamos establecer la hipótesis de un orden verdaderamente especial de los sistemas psíquicos. Nos basta con que exista un orden fijo de sucesión establecido por la circunstancia de que en determinados procesos psíquicos la excitación recorre los sistemas conforme a una sucesión temporal determinada. Este orden de sucesión puede quedar modificado en otros procesos, posibilidad que queremos dejar señalada, desde luego. De los componentes del aparato hablaremos en adelante con el nombre del «sistema 'Y». 

Lo primero que nos llama la atención es que este aparato compuesto de sistema qr posee una dirección. Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos (internos o externos) y termina en inervaciones. De este modo adscribimos al aparato un extremo sensible y un extremo motor. En el extremo sensible se encuentra un sistema que recibe las percepciones, y en el motor, otro que abre las esclusas de la motilidad. El proceso psíquico se desarrolla en general pasando desde el extremo de percepción hasta el extremo de motilidad. Así, pues, el esquema más general del aparato psíquico presentaría el siguiente aspecto :Este esquema no es más que la realización de la hipótesis de que el aparato psíquico tiene que hallarse construido como un aparato reflector. El proceso de reflexión es también el modelo de todas las funciones psíquicas. Introduciremos ahora fundadamente una primera diferenciación en el extremo sensible. Las percepciones que llegan hasta nosotros dejan en nuestro aparato psíquico una huella a la que podemos dar el nombre de huella mnémica (Erinnerungsspur). La función que a esta huella mnémica se refiere es la que denominamos memoria. Continuando nuestro propósito de adscribir a diversos sistemas los procesos psíquicos1 observamos que la huella mnémica no puede consistir sino en modificaciones permanentes de los elementos del sistema. Ahora bien: como ya hemos indicado en otro lugar, el que uri mismo sistema haya de retener fielmente modificaciones de sus elementos y conservar, sin embargo, una capacidad constante de acoger nuevos motivos de modificación supone no pocas dificultades. Siguiendo el principio que seguía nuestra tentativa, distribuiremos, pues, estas dos funciones en sistemas distintos, suponiendo que los estímulos de percepción son acogidos por un sistema anterior del aparato que no conserva nada FIG. 2 P Hm Hm'Hm" M de ellos ; esto es, que carece de toda memoria, y que detrás de este sistema hay otro que transforma la momentánea excitación del primero en huellas duraderas. La figura número 2 corresponde a este nuevo aspecto del aparato psíquico. ./ Sabido es que las percepciones que actúan sobre el sistema P perduran algo más que su contenido. Nuestras percepciones demuestran hallarse también enlazadas entre sí en la memoria, conforme, ante todo, a su primitiva coincidencia en el tiempo. Este hecho es el que conocemos con el nombre de asociación. Ahora bien : el sistema P no puede conservar las huellas para la asociación, puesto que carece de memoria. Cada uno de los elementos P quedaría insoportablemente obstruido en su función si un resto de una asociación anterior se opusiera a una nueva percepción. Habremos, pues, de suponer que los sistemas mnémicos constituyen la base de la asociación. Esta consistirá entonces en que, siguiendo la menor resistencia, se propagará la excitación preferentemente de un primer elemento Hm a un segundo elemento, en lugar de saltar a otro tercero. Un detenido examen nos muestra, pues, la necesidad de aceptar la existencia de más de uno de estos sistemas Hm, en cada uno de los cuales es objeto de una distinta fijación la excitación propagada por los elementos P. El primero de estos sistemas Hm contendrá de todos modos la fijación de la asociación por simultaneidad, y en los más alejados quedará ordenado el mismo material de excitación según otros distintos órdenes de coincidencia, de manera que estos sistemas posteriores representarían, por ejemplo, las relaciones de analogía, etc. Sería, naturalmente, ocioso querer describir la significación psíquica de uno de estos sistemas. Su característica se hallaría en la intimidad de sus relaciones con los elementos del material mnémico bruto ; esto es, si queremos aludir a una teoría más profunda, en los escalonamientos de la resistencia conductora de estos elementos. Habremos de intercalar aquí una observación de carácter general que entraña quizá una importantísima indicación. El sistema P, que no posee capacidad para conservar las modificaciones; esto es, que carece de memoria, aporta a nuestra conciencia toda la variedad de las cualidades sensibles. Por el contrario, nuestros recuerdos, sin excluir los más profundos y precisos, son inconscientes en sí. Pueden devenir conscientes, pero no es posible dudar que despliegan todos sus efectos en estado inconsciente. Aquello que denominamos nuestro carácter reposa,sobre las huellas mnémicas de nuestras impresiones, y precisamente aquellas impresiones que han actuado más intensamente sobre nosotros, o sea las de nuestra primera juventud, son las que no se hacen conscientes casi nunca. Pero cuando los recuerdos se hacen de nuevo conscientes no muestran cualidad sensorial alguna o sólo muy pequeña, en comparación con las percepciones. Si pudiéramos comprobar que la memoria y la cualidad que caracteriza el devenir consciente se excluyen recíprocamente en los sistemas qr, se nos ofrecería una prometedora visión de las condiciones de la excitación de la neurona *. Todo lo que hasta ahora hemos supuesto sobre la composición del aparato psíquico en su extremo sensible ha sido sin tener en cuenta para nada el sueño ni las explicaciones psicológicas que de su estudio pueden deducirse. Este estudio no proporciona, en cambio, gran ayuda para el conocimiento de otro sector del aparato. Hemos visto que nos era imposible explicar la formación de los sueños si no nos decidíamos a aceptar la existencia de dos instancias psíquicas, una de las cuales somete a una crítica la actividad de la otra ; crítica de la que resulta la exclusión de esta última de la conciencia. FIG. 3 ¡

 La instancia crítica mantiene con la conciencia relaciones más íntimas que la criticada, hallándose situada entre ésta y la conciencia a manera de pantalla. Hemos encontrado, además, puntos de apoyo para identificar la instancia crítica con aquello que dirige nuestra vida despierta y decide sobre nuestra actividad voluntaria y consciente. Si ahora sustituimos estas instancias por sistemas, quedará situado el sistema crítico en el extremo motor del aparato psíquico supuesto. Incluiremos, pues, ambos sistemas en nuestro esquema y les daremos nombres que indiquen su relación con la conciencia Al último de los sistemas situados en el extremo motor le damos el nombre de preconsciente para indicar que sus procesos de excitación pueden pasar directamente a la conciencia siempre que aparezcan cumplidas determinadas condiciones; por ejemplo, la de cierta intensidad y cierta distribución de aquella función a la que damos el nombre de atención, etc. Este sistema es también el que posee la llave del acceso a la motilidad voluntaria. Al sistema q"!Je se halla detrás de él le damos el nombre de inconsciente porque no comunica con la conciencia sino a través de lo preconsciente, sistema que impone al proceso de excitación, a manera de peaje, determinadas transformaciones 379 •

¿En cuál de estos sistemas situaremos ahora el estímulo de la formación de los sueños ? Para mayor sencillez, en el sistema lnc., aunque, como más adelante explicaremos, no es esto rigurosamente exacto, pues la formación de los sueños se halla forzada a enlazarse con ideas latentes que pertenecen al sistema de lo preconsciente. Pero también averiguaremos en otro lugar, al tratar del deseo onírico, que la fuerza impulsora del sueño es proporcionada por el sistema Jnc., y esta última circunstancia nos mueve a aceptar el sistema inconsciente como el punto de partida de la formación de los sueños. Este estímulo onírico exteriorizará, como todos los demás productos mentales, la tendencia a propagarse al sistema Prec. y pasar de éste a la conciencia.  La experiencia nos enseña que durante el día aparece desplazado por la censura de la resistencia, y para las ideas latentes, este camino que conduce a la conciencia a través de lo preconsciente. Durante la noche se procuran dichas ideas el acceso a la conciencia, surgiendo aquí la interrogación de por qué camino y merced a qué modificación lo consiguen. Si el acceso de estas ideas latentes a la conciencia dependiera de una disminución nocturna de la resistencia que vigila en la frontera entre lo inconsciente y lo preconsciente, tendríamos sueños que no/ mostrarían el carácter alucinatorio que ahora nos interesa.

 El relajamiento de la censura entre los dos sistemas lnc. y Prec. no puede explicarnos, por tanto, sino aquellos productos oníricos exentos de imágenes sensoriales (recuérdese el ejemplo «autodidasker») y no sueños como el detallado al principio del presente capítulo. Lo que en el sueño alucinatorio sucede no podemos describirlo más que del modo siguiente : la excitación toma un camino regresivo ; en lugar de avanzar hacia el extremo motor del aparato, se propaga hacia el extremo sensible, y acaba por llegar al sistema de las percepciones. Si a la dirección seguida en la vigilia por el procedimiento psíquico, que parte de lo inconsciente, le damos el nombre de dirección progresiva, podemos decir que el sueño posee un carácter regresivo 380.

Esta regresión es una de las más importantes peculiaridades psicológicas del proceso onírico ; pero no debemos olvidar que no es privativa de los sueños.

También el recordar voluntario, la reflexión y otros procesos parciales de nuestro pensamiento normal corresponden a un retroceso, dentro del aparato psíquico,  desde cualquier acto complejo de representación al material bruto de las huellas mnémicas en las que se halla basado. Pero durante la vigilia no va nunca esta regresión más allá de las imágenes mnémicas, y no llega a reavivar las imágenes de percepción, convirtiéndolas en alucinaciones. ¿Por qué no sucede también esto en el sueño ? Al hablar de la condensación onírica hubimos de suponer que la elaboración del sueño llevaba a cabo una total transmutación de todos los valores psíquicos, despojando de su intensidad a unas representaciones para transferirlas a otras.

Esta modificación del proceso psíquico acostumbrado es la que hace posible cargar el sistema de las P hasta la completa vitalidad en una dirección inversa, o sea partiendo de las ideas. No creo que nadie incurra en error sobre el alcance de estas explicaciones. Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que dar un nombre a un fenómeno inexplicable. Hablamos de regresión cuando la representación queda transformada, en el sueño, en aquella imagen sensible de la que nació anteriormente.

De todos modos, también necesitamos justificar este paso, pues podría objetársenos la inutilidad de una calificación que no ha de enseñarnos nada nuevo. Pero, a nuestro juicio, ha de sernos muy útil este nombre de regresión por enlazar un hecho que nos es conocido al esquema antes desarrollado de un aparato psíquico; esquema cuyas ventajas vamos ahora a comprobar por vez primera, pues con su sola ayuda, y sin necesidad de nuevas reflexiones, hallaremos el esclarecimiento de una de las peculiaridades de la formación de los sueños.

Considerando el proceso onírico como una regresión dentro del aparato anímico por nosotros supuesto, hallamos la explicación de un hecho antes empíricamente demostrado; esto es, el de que las relaciones intelectuales de las ideas, latentes entre sí, desaparecen en la elaboración del sueño o no encuentran sino muy trabajosamente una expresión. Nos muestra, en efecto, nuestro esquema que estas relaciones intelectuales no se hallan contenidas en los primeros sistemas Hm, sino en otros anteriores a ellos, y tienen que perder su expresión en el proceso regresivo hasta las imágenes de percepción.

La regresión descompone en su material bruto el ajuste de las ideas latentes. Mas ¿por qué transformaciones resulta posible esta regresión, imposible durante el día? Sospechamos que se trata de modificaciones de las cargas de energía de cada uno de los sistemas; modificaciones que los hacen más o menos transitables o intransitables para el curso de la excitación. Pero dentro de cada uno de estos aparatos podía producirse este mismo efecto por medio de modificaciones diferentes. Pensamos, naturalmente, en seguida en el estado de reposo y en las modificaciones de la carga psíquica que el mismo provoca en el extremo sensible del aparato. Durante el día existe una corriente continua desde el sistema 'Y de las P hasta la motilidad. Pero esta corriente cesa por la noche, y no puede ya presentar obstáculo ninguno a la regresión de la excitación. Esta circunstancia constituiría aquel «apartamiento del mundo exterior» en el que algunos autores ven la explicación de los caracteres psicológicos del sueño.

Sin embargo, al explicar la regresión del sueño habremos de tener en cuenta aquellas otras regresiones que tienen efecto en los estados patológicos de la vigilia; regresiones a las que nuestra anterior hipótesis resulta inaplicable, pues se desarrolla, a pesar de no hallarse interrumpida la corriente sensible, en dirección progresiva. Las alucinaciones de la histeria y de la paranoia y las visiones de las personas normales corresponden, efectivamente, a regresiones; esto es, son ideas transformadas en imágenes. Pero en estos casos no experimentan tal transformación más que aquellas ideas que se hallan en íntima conexión con recuerdos reprimidos o inconscientes. Uno de los histéricos más jóvenes que he sometido a tratamiento, un niño de doce años no puede conciliar el reposo, porque en cuanto lo intenta ve caras verdes con ojos encarnados, que le causan espanto. La fuente de esta aparición es el recuerdo reprimido, pero primitivamente consciente, de un muchacho, al que vio varias veces hacía cuatro años, y que constituía un modelo de vicios infantiles; entre ellos, el de la masturbación; vicio que también practicó el sujeto, reprochándoselo ahora amargamente. Su madre había observado por entonces que el vicioso niño tenía un color verdoso, y los ojos, encarnados (los párpados, ribeteados). De este recuerdo procede, pues, el fantasma que le impide conciliar el reposo y que está destinado después a recordarle la predicción que le hizo su madre de que tales niños se vuelven idiotas, no consiguen aprender nada en la escuela y mueren jóvenes. Nuestro pequeño paciente demuestra la -realización de una parte de esta profecía, pues no avanza en sus estudios, y teniendo conciencia de ello, le espanta que pueda también realizarse la segunda parte. El tratamiento logró devolver en poco tiempo el reposo, hacerle perder el miedo y terminar el año escolar con notas sobresalientes. Agregaré aquí la solución de una visión que me fue relatada por una histérica de cuarenta años; visión muy anterior a la enfermedad que le llevaba a mi consulta. Al despertar una mañana vio ante sí a su hermano mayor, que se hallaba recluido en un manicomio. Su hijo pequeño dormía en la cama junto a ella, para evitar que se asustase y le diesen convulsiones si veía a su tío, le tapó la cabeza con la colcha, desvaneciéndose entonces la aparición. Esta visión no era sino la elaboración de un recuerdo infantil, consciente, pero íntimamente enlazado con todo el material inconsciente, dado en la vida anímica de la sujeto. La niñera le había relatado que su madre, muerta cuando ella tenía año y medio, había padecido convulsiones epilépticas o histéricas desde un susto que le dio su hermano (el tío de la sujeto), apareciéndosele a guisa de fantasma con una colcha sobre la cabeza. La visión contiene los mismos elementos que el recuerdo: la aparición del hermano, la colcha, el sobresalto y sus efectos ; pero estos elementos han sido ordenados en una forma distinta y transferidos a otras personas. El motivo, harto transparente, de la visión; esto es, del pensamiento por ella sustituido, es la preocupación de que su hijo pequeño, que presenta un extraordinario parecido fisico con su tío, pueda tener igual desgraciado destino. Los dos ejemplos que anteceden no carecen de cierta relación con el estado de reposo, y son quizá, por tanto, poco apropiados para la demostración que con ellos me proponía alcanzar. Pero mi análisis de una paranoica alucinada 381 , y los resultados de mis estudios, aún no publicados, sobre la psicología de la neurosis robustecen la afirmación de que en estos casos de transformación represiva de las ideas hemos de tener en cuenta la influencia de un recuerdo reprimido o inconsciente, infantil en la mayoría de los casos. Este recuerdo arrastra consigo a la regresión; esto es, a la forma de representación, en la que el mismo se halla dado psíquicamente, a las ideas con él enlazadas y privadas de expresión por la censura. Mencionaremos aquí como un resultado del estudio de la histeria el hecho de que las escenas infantiles (trátese de recuerdos o de fantasías  «Observaciones sobre · las psiconeurosis de defensa>>, en Neurologisches Zentralblatt, ! 896. (Véase Vol. 1 de esta colección.) 678 ) son vistas alucinatoriamente cuando se consiguen hacerlas conscientes, y sólo después de explicar al paciente su sentido es cuando pierden este carácter. Sabido es también que incluso en personas que no poseen en alto grado la facultad de la reminiscencia visual suelen conservar los recuerdos infantiles más tempranos un carácter de vivacidad sensorial hasta los años más tardíos. Si recordamos cuál es el papel que en las ideas latentes corresponde a los sucesos infantiles o a las fantasías en ellos basadas ; con cuánta frecuencia emergen de nuevo fragmentos de los mismos en el contenido latente, y cómo los mismos deseos del sueño aparecen muchas veces derivados de ellos, no rechazaremos la probabilidad de que la transformación de las ideas en imágenes visuales sea también en el sueño la consecuencia de la atracción que el recuerdo, representado visualmente, y que tiende a resucitar, ejerce sobre las ideas privadas de conciencia, que aspiran a hallar una expresión. Según esta hipótesis, podría también describirse el sueño como la sustitución de la escena infantil, modificada por su transferencia a lo reciente. La escena infantil no puede conseguir su renovación real y tiene que contentarse con retornar a título de sueño

. El descubrimiento de la importancia, hasta cierto punto prototípica, de las escenas infantiles (o de sus repeticiones fantásticas) para el contenido manifiesto del sueño hace que una de las hipótesis de Scherner sobre las fuentes de estímulos interiores resulte totalmente superflua. Supone Scherner que aquellos sueños que presentan una especial vivacidad de sus elementos visuales, o una particular riqueza en estos elementos, tienen por base una excitación interna del órgano de la visión. Por nuestra parte, y sin entrar a discutir esta hipótesis, admitiremos la existencia de tal estado de excitación en el sistema perceptivo psíquico del órgano de la visión; pero haremos constar que este estado de excitación ha sido creado por el recuerdo y constituye la renovación de la excitación visual, experimentada en el momento real al que corresponde. No poseo ningún ejemplo propio de tal influencia de un recuerdo infantil. Mis sueños son generalmente pobres en elementos sensoriales; pero en el más bello y animado que he tenido durante estos últimos años me fue fácil referir la precisión alucinatoria del contenido manifiesto a cualidades sensibles de impresiones recientes.

En páginas anteriores hemos citado un sueño, en el que el profundo azul del agua, el negro de humo arrojado por las chimeneas de los barcos y el rojo oscuro y el sepia de los edificios me dejaron una profunda impresión. Si algún sueño puede ser referido a una excitación visual, ninguno mejor que éste. Pero ¿qué es lo que la había producido? Una impresión reciente, que vino a agregar a una serie de impresiones anteriores. Los colores que vi en mi sueño eran, en primer lugar, los de las piezas de una caja de construcción, con las que mis hijos habían edificado el día inmediatamente anterior a mi sueño un espléndido palacio. En las piezas de esta caja de construcción podía encontrarse el mismo rojo oscuro, el mismo azul y el mismo negro que en mi sueño veo. A esta impresión vinieron a agregarse las de mi último viaje a Italia : el bello color cálido sepia de la tierra. La belleza cromática del sueño no era, pues, sino una repetición de la que el recuerdo me mostraba. Concretemos ahora todo lo que hemos averiguado sobre aquella peculiaridad del sueño, que consiste en transformar su contenido de representaciones en imágenes sensoriales. No habremos esclarecido este carácter de la elaboración onírica referiéndolo a leyes conocidas de la Psicología, pero lo hemos extraído en condiciones desconocidas, y lo hemos caracterizado, dándole el nombre de carácter regresivo.

679Hemos opinado que esta regresión es siempre un efecto de la resistencia, que se opone al avance de la idea hasta la conciencia por el camino normal, y de la atracción simultánea que los recuerdos sensoriales dados ejercen sobre ella 382 La regresión sería hasta posible en el sueño por la cesación de la corriente diurna progresiva de los órganos sensoriales ; factor auxiliar que en las otras formas de la regresión podía ser el que contribuyera al robustecimiento de los demás motivos de la misma. No debemos tampoco olvidar que el proceso de la transferencia de energía habrá de ser, tanto en estos casos patológicos de regresión como en el sueño, muy distinto del que se desarrolla en las regresiones de la vida anímica normal, puesto que en los primeros hace posible una completa carga alucinatoria de los sistemas de percepción. Aquello que en el análisis de la elaboración onírica hemos descrito con el nombre de cuidado de la representabilidad podría ser referido a la atracción selectora de las escenas visualmente recordadas, enlazadas a las ideas latentes.

En la teoría de la formación de síntomas neuróticos desempeña la regresión un papel no menos importante que en la de los sueños.

 Distinguimos aquí tres clases de regresión:

a) Una regresión tópica, en el sentido del esquema de los sistemas 'Y·

b) Una regresión temporal, en cuanto se trata de un retorno a formaciones psíquicas anteriores.

e) Una regresión formal cuando las formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas correspondientes primitivas.

Estas tres clases de regresión son en el fondo una misma cosa, y coinciden en la mayoría de los casos, pues lo más antiguo temporalmente es también lo primitivo en el orden formal, y lo más cercano en la tópica psíquica al extremo de la percepción. (Adición de 1 9 14.) No podemos abandonar el tema de la regresión en el sueño sin manifestar una impresión que se nos ha impuesto ya varias veces, y que una vez que hayamos profundizado en el estudio de las psiconeurosis retornará robustecida. Esta impresión es la de que el acto de soñar es por sí una regresión a las más tempranas circunstancias del soñador, una resurrección de su infancia, con todos sus impulsos instintivos y sus formas expresivas. Detrás de esta infancia individual se nos promete una visión de la infancia filogénica y del desarrollo de la raza humana; desarrollo del cual no es el individual, sino una reproducción abreviada e influida por las circunstancias accidentales de la vida. Sospechamos ya cuán acertada es la opinión de Nietzsche de que «el sueño continúa un estado primitivo de la Humanidad, al que apenas podemos llegar por un camino directo», y esperamos que el análisis de los sueños nos conduzca al conocimiento de la herencia arcaica del hombre y nos permita descubrir en él lo anímicamente innato. Parece como si el sueño y la neurosis nos hubieran conservado una parte insospechada. de las antigüedades anímicas, resultando así que el psicoanálisis puede aspirar a un lugar importante entre las ciencias que se esfuerzan en reconstruir las fases más antiguas y oscuras de los comienzos de la Humanidad. (Adición de 1918.) Esta primera parte de nuestra investigación psicológica del sueño no nos llega a satisfacer por completo. Nos consolaremos pensando en que nos vemos obligados a construir en las tinieblas. Además, si no nos engañamos mucho, mucho, hemos de retornar muy pronto a estas mismas regiones por un distinto camino., y quizá sepamos orientarnos mejor.

 

38 2 Nota de 1914: En una exposición de la teoría de la represión habríamos de hacer constar que la represión de una idea es llevada a cabo por la acción conjunta de dos factores que actúan sobre ella_ Es empujada por un lado (la censura de la conciencia) y estirada por el otro (por el inconsciente), de igual modo como es subida! a gente a lo alto de la Gran Pirámide (Adición de 1919). (Cf. el estudio sobre la represión.) (1915, vol. VI en esta colección). 680 

No hay comentarios:

Publicar un comentario