Tiene varios apartados: A)EL OLVIDO DE LOS SUEÑOS-B) LA REGRESIÓN- C) LA REALIZACIÓN DE DESEOS- D) LA INTERRUPCIÓN DELREPOSO POR EL SUEÑO.LA FUNCIÓN DEL SUEÑO.EL SUEÑO DE ANGUSTIA- E EL PROCESO PRIMARIO Y EL SECUNDARIO. LA REPRESIÓND- F) LO INCONSCIENTE. LA CONCIENCIA. LA REALIDAD.
Se pueden leer los tres tipos de trabajo
que especificamos en las clases de epistemología:
T. T. P.T. Y t, del sueño real
Comienza este capítulo, PSICOLOGÍA DE LOS
PROCESOS ONÍRICOS, con un sueño que cuenta un paciente; sueño, que oyó contar
este paciente en una conferencia sobre el sueño, dice, “le hizo tal impresión
que se apresuró a soñarlo por su cuenta; esto es, a repetir en sus propios
sueños algunos de sus elementos para expresar con esta transferencia una
coincidencia en un punto determinado.
Los antecedentes de este sueño prototípico
son como sigue: un individuo había pasado varios días, sin un instante de
reposo, a la cabecera del lecho de su hijo, gravemente enfermo. Muerto el niño,
se acostó el padre en la habitación contigua a aquella en la que se hallaba el
cadáver y dejó abierta la puerta, por la que penetraba el resplandor de los
cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el cadáver. Después de algunas
horas de reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en que se hallaba, le
tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono de amargo reproche: «Padre,
¿no ves que estoy ardiendo?» A estas palabras despierta sobresaltado, observa
un gran resplandor que ilumina la habitación vecina, corre a ella, encuentra
dormido al anciano que velaba el cadáver de su hijo y ve que uno de los cirios
ha caído sobre el ataúd y ha prendido fuego a una manga de la mortaja.
La explicación de este sueño conmovedor es
harto sencilla y fue acertadamente desarrollada, según me comunica mi paciente,
por el conferenciante. El resplandor entró por la puerta abierta en la estancia
donde se hallaba reposando el sujeto, y al herir sus ojos, provocó la misma
conclusión que hubiera provocado en estado de vigilia; esto es, la de que la
llama de un cirio había producido un fuego en un lugar cercano al cadáver. Es
también muy posible que, antes de acostarse, pensara el padre en la posibilidad
de tal suceso, desconfiando de que el anciano encargado de velar al cadáver
pudiera pasar la noche sin pegar los ojos. Tampoco nosotros encontramos nada
que objetar a esta solución y nos limitaremos a agregar que el contenido del
sueño tiene que hallarse superdeterminado y que las palabras del niño habrán de
proceder de otras pronunciadas por él en la vida real y enlazadas a
circunstancias que hubieron de impresionar al padre. La queja «estoy ardiendo»
pudo muy bien ser pronunciada por el niño durante su enfermedad bajo los
efectos de la fiebre, y las palabras «¿no lo ves?» habrán de corresponder a
otra ocasión cualquiera ignorada por nosotros, pero seguramente saturada de
afecto.
Dice, “también en este sueño se da una
realización de deseos. El niño se conduce afectivamente en él como si aún
viviera y advierte por sí propio a su padre de lo sucedido, llegando hasta su
lecho y tocándole en el brazo, como lo hizo probablemente en aquel recuerdo del
que el sueño toma la primera parte de sus palabras. Así, pues, si el padre
prolonga por un momento su reposo es en obsequio de esta realización de deseos.
El sueño quedó antepuesto aquí a la reflexión del pensamiento despierto porque
le era dado mostrar al niño nuevamente en vida. Si el padre hubiera despertado
primero y deducido después la conclusión que le hizo acudir al lado del
cadáver, hubiera abreviado la vida de su hijo en los breves momentos que el
sueño se le presentaba. Sobre la peculiaridad que en este sueño atrae nuestro
interés no puede caber la menor duda. Hasta ahora nos hemos ocupado
predominantemente de averiguar en qué consiste el sentido oculto de los sueños,
por qué camino nos es dado descubrirlo y cuáles son los medios de que se ha
servido el trabajo del sueño para ocultarlos. Los problemas de la
interpretación de los sueños ocupaban hasta aquí el centro de nuestro campo
visual; pero en este punto tropezamos con el sueño antes mencionado, que no
plantea a la interpretación labor ninguna y cuyo sentido aparece dado sin el
menor disfraz; pero que, sin embargo, conserva los caracteres esenciales que
tan singularmente distinguen al fenómeno onírico de nuestro pensamiento
despierto. Una vez que hemos agotado todo lo referente a la labor de
interpretación, nos es dado observar cuán incompleta continúa siendo nuestra
psicología del sueño.
Pero antes de dirigir nuestro pensamiento
por estos nuevos derroteros queremos hacer un alto y volver los ojos atrás con
objeto de comprobar si en nuestro camino hasta aquí no hemos dejado inadvertido
algo importante. Hasta ahora todos los senderos por los que hubimos de avanzar
nos han conducido, si no me equivoco mucho, a lugares despejados, al
esclarecimiento y a la comprensión total; pero desde el momento en que queremos
penetrar más profundamente en los procesos anímicos que se desarrollan en el
sueño, todas nuestras rutas desembocarán en las tinieblas. Ha de sernos
imposible esclarecer totalmente el sueño como proceso psíquico, pues esclarecer
una cosa significa referirla a otra conocida, y por el momento no existe
conocimiento psicológico ninguno al que podamos subordinar aquellos datos que
como base de una aclaración pudiéramos deducir del examen psicológico del
fenómeno onírico. Por el contrario, nos veremos obligados a establecer una
serie de nuevas hipótesis relativas a la estructura del aparato anímico y al
funcionamiento de las fuerzas que en él actúan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario