Comienza este punto diciendo: Todos hemos extrañado que el sueño no pueda ser sino una realización de deseos, si nuestro pensamiento crea durante el día tan diversos actos psíquicos -juicios, conclusiones, refutaciones, hipótesis, propósitos, etc.-,
1. ¿Cómo puede quedar obligado luego, durante EL REPOSO, a
limitarse única y exclusivamente a la producción de deseos?
2.- ¿No habrá sueños que
entrañen otro acto psíquico distinto; por ejemplo, una preocupación?
3- ¿Y no será éste realmente el caso del sueño que comienza este
capítulo, en el que del resplandor que a través de sus párpados recibe durante
el reposo deduce el sujeto la conclusión de que una vela ha caído sobre al
ataúd y ha podido prender fuego al cadáver, y transforma esta idea en un sueño,
dándole la forma de una situación sensible y presente?
4- ¿Qué papel desempeña aquí la realización de deseos? ¿Es acaso
posible negar en este sueño el predominio de la idea, continuada desde la
vigilia o provocada por la nueva impresión sensorial?
La realización de deseos nos ha hecho ya dividir los sueños en dos
grupos. Hemos hallado sueños que mostraban francamente tal realización, y otros
en los que no nos era posible descubrirla sino después de un minucioso
análisis. En estos últimos sueños reconocimos la actuación de la censura
onírica. Los sueños no disfrazados demostraron ser característicos de los
niños. En los adultos parecían -quiero acentuar esta restricción-, parecían,
repito, presentarse también sueños optativos, breves y francos. Podemos preguntarnos
ahora de dónde procede en cada caso el deseo que se realiza en el sueño y
señala tres posibles procedencias del deseo:
1º Puede haber sido provocado durante el día y no haber hallado
satisfacción a causa de circunstancias exteriores, y entonces perdura por la
noche un deseo reconocido e insatisfecho.
2º Puede haber surgido
durante el día, pero haber sido rechazado, y entonces perdura en nosotros un
deseo insatisfecho, pero reprimido;
3º Puede hallarse exento de
toda relación con la vida diurna y pertenecer a aquellos deseos que sólo por la
noche surgen en nosotros, emergiendo de lo reprimido.
En el.esquema del aparato psíquico localizaremos un deseo de la primera clase en el sistema Prec.; de los de la segunda, supondremos que han sido obligados a retroceder desde el sistema Prec. al sistema Inc., y que si se han conservado tienen que haberse conservado en él. Por último, de los deseos pertenecientes a la tercera clase, son totalmente incapaces de salir del sistema Inc. Cual será la fuente, el sistema que sea el que proporcione el motor para la producción del sueño?, cuando también tenemos otra cuarta fuente de deseos en los sueños, los impulsos optativos surgidos durante la noche (la sed, la necesidad sexual, etc.). En el ejemplo del sueño del niño que continúa la travesía interrumpida aquella tarde y todos los demás ejemplos de este género que a su tiempo expuso, Todos estos sueños, dice aquí, quedan explicados por un deseo insatisfecho, pero no reprimido, del día. Ahora, “El deseo insatisfecho durante el día no basta para crear un sueño en los adultos. El sentimiento optativo procedente de la conciencia puede contribuir a provocar un sueño, pero nada más. El sueño no se formaría si el deseo preconsciente no quedase robustecido por otros factores. Estos factores proceden de lo inconsciente.
El deseo consciente sólo se constituye en estímulo del sueño
cuando consigue despertar un deseo inconsciente de efecto paralelo con el que
reforzar su energía. Tales deseos inconscientes se hallan siempre en actividad
y dispuestos siempre a conseguir una expresión en cuanto se les ofrece ocasión
para aliarse con un sentimiento procedente de lo consciente y transferirle su
mayor intensidad (#383). Estos deseos de nuestro inconsciente, siempre
en actividad y, por decirlo así, inmortales, deseos que nos recuerdan a
aquellos titanes de la leyenda sobre los cuales pesan desde tiempo inmemorial
inmensas montañas que fueron arrojadas sobre ellos por los dioses vencedores y que
aún tiemblan de tiempo en tiempo, sacudidas por las convulsiones de sus
miembros; estos deseos reprimidos, repito, son también de procedencia infantil,
como nos lo ha demostrado la investigación psicológica de las neurosis. Así,
pues, retiraré mi afirmación anterior de que la procedencia del deseo era una
cuestión indiferente, y la sustituiré por la que sigue: El deseo representado
en el sueño tiene que ser un deseo infantil. En los adultos procede entonces
del Inc. En los niños, en los que no existe aún la separación y la censura
entre el Prec. y el Inc., o en los que comienza a establecerse poco a poco, el
deseo es un deseo insatisfecho, pero no reprimido, de la vida despierta.
Los restantes estímulos psíquicos procedentes de la vida diurna y
que no poseen el carácter de deseos. Los problemas aún no solucionados, las
preocupaciones que nos atormentan y una multitud de impresiones diversas
continúan la actividad mental durante el reposo y mantienen el desarrollo de
procesos anímicos en el sistema que hemos calificado con el nombre de
preconsciente. Estos estímulos mentales que continúan durante el reposo pueden
ser divididos en los grupos siguientes:
1º Aquellos procesos que durante el día no han podido llegar a
tiempo por haber quedado interrumpidos a causa de una circunstancia cualquiera.
2º Aquello que ha permanecido interminado o sin solución por
paralización de nuestra energía mental.
3º Aquello que hemos rechazado y reprimido durante el día. A estos
tres grupos se añade otro más importante, formado por aquello que la labor
diurna de lo preconsciente ha estimulado en nuestro Inc. otro grupo, el formado por las impresiones
diurnas indiferentes y, por tanto, inderivadas. Las intensidades psíquicas que estos
restos de la vida diurna introducen en el estado de reposo, sobre todo las
pertenecientes al grupo de lo inderivado poseen mayor importancia de lo que
pudiera creerse, pues constituyen excitaciones que luchan durante la noche por
alcanzar una expresión, mientras que el estado de reposo imposibilita el curso
acostumbrado del proceso de excitación a través de lo preconsciente y su
término por el acceso a la conciencia.
La excitación nocturna desarrollada en el Prec. no encuentra otro camino
que el seguido por las excitaciones optativas procedentes del Inc., y tiene que
buscar refuerzo en este último y dar los rodeos de las excitaciones
inconscientes. Pero ¿Cuál es la significación de los restos diurnos
preconscientes con respecto al sueño. Es también indudable que los restos
diurnos pueden tener el carácter de deseos, del mismo modo que cualquier otro.
Es decisivo para la teoría de la realización de deseos observar cuáles son las
condiciones a las que se tienen que someter para hallar acogida en el
sueño.
En uno de los ejemplos antes expuesto: el sueño que me muestra a
mi amigo Otto con los signos de la enfermedad de Basedow. El mal aspecto de mi
amigo me había preocupado durante el día, y he de suponer que continuó
preocupándome durante el reposo. Mi pensamiento se esforzaba sin duda en
descubrir qué era lo que podía tener Otto. Esa preocupación halló por la noche
una expresión en el sueño citado, cuyo contenido es desatinado y no deja
reconocer realización ninguna de deseos. Pero investigando de dónde podía
proceder aquella desmesurada representación de mi preocupación diurna, me
reveló el análisis la conexión buscada, mostrándome que en el sueño me
identificaba con el profesor R. e identificaba a Otto con el barón de L. Esta
sustitución de las ideas diurnas no puede tener más explicación que la siguiente:
en mi inconsciente debo hallarme dispuesto de continuo a identificarme con el
profesor R., puesto que satisfago así uno de los inmortales deseos infantiles,
o sea el deseo de grandeza. Determinadas ideas hostiles contra mi amigo Otto
ideas censuradas y que hubieran sido rechazadas en la vigilia, aprovecharon la
ocasión para alcanzar una forma expresiva, pero al mismo tiempo también mi
preocupación diurna a él relativa quedó expresada por medio de una sustitución
en el contenido manifiesto. La idea diurna, que no era un deseo, sino por el
contrario, una preocupación dolorosa, tuvo que crearse una conexión con un
deseo infantil y reprimido, al que después de prepararlos convenientemente hizo
«nacer» en la conciencia. Entre el contenido del deseo y el de la preocupación
no necesitaba existir conexión ninguna, como, en efecto, no existe en nuestro
ejemplo.
Dice, y cómo se conduce el sueño cuando encuentra en las ideas
latentes un material de naturaleza opuesta a la realización de deseos, esto es,
cuando dichas ideas entrañan una preocupación, una reflexión dolorosa o un
conocimiento penoso. En estas circunstancias puede darse la alternativa
siguiente:
a) La
elaboración consigue sustituir todas las representaciones displacientes por
representaciones contrarias y reprimir los efectos displacientes que a las
primeras corresponden, y entonces resulta un puro sueño de satisfacción, o sea
una franca realización de deseos, en la que nada tenemos que investigar.
b) Los
sueños displacientes son realizaciones
de deseos. Un deseo inconsciente y reprimido, cuya satisfacción habría de ser
sentida con displacer por el yo del soñador, ha aprovechado la ocasión que le
es ofrecida por la conservación de la carga psíquica de los restos diurnos
penosos y le ha prestado su apoyo, haciéndolos susceptibles de provocar un
sueño. Pero mientras que en el caso a) coincida el deseo inconsciente con
c) el consciente, en el caso b) surge la
discordia entre lo consciente y lo inconsciente lo reprimido y el yo -y queda
constituida la situación de la fábula de los tres deseos cuya realización
concede el hada al anciano matrimonio (véase más adelante). La satisfacción
producida por la realización del deseo reprimido puede ser tan grande, que
equilibre todos los afectos penosos correspondientes a los restos diurnos, y el
sueño presentará entonces un matiz afectivo indiferente, aunque constituye por
un lado la realización de un deseo y por otro la realización de algo temido.
Pero también puede suceder que el yo dormido tome una parte mayor en la
formación del sueño y reaccione con una enérgica indignación contra la
satisfacción lograda por el deseo reprimido, reacción que desencadenará afectos
displacientes e incluso llegará a poner fin al sueño, interrumpiendo el reposo
con el desarrollo de angustia. No es, pues, difícil reconocer que los sueños de
angustia y los displacientes son también, como los sueños de satisfacción,
realizaciones de deseos.
y estos sueños, Los sueños displacientes pueden ser asimismo sueños punitivos. Aquello que en ellos queda realizado es igualmente un deseo inconsciente. El de un castigo del soñador por un deseo ilícito reprimido. De este modo se adaptan estos sueños a la ley de que la fuerza impulsora de la formación onírica tiene que ser prestada por un deseo perteneciente a lo inconsciente. Diferencia que los separa de los demás sueños optativos. En los casos del grupo b), el deseo inconsciente provocador del sueño pertenecía a lo reprimido. En los sueños punitivos se trata también de un deseo inconsciente.
Estos sueños, (punitivos) no se hallan enlazados generalmente a la condición de la existencia de restos diurnos penosos. Por el contrario, surgen con mayor facilidad en circunstancias contrarias, esto es, cuando los restos diurnos son ideas de naturaleza satisfactoria, pero que expresan satisfacciones ilícitas. Partiendo de estas ideas, no llega entonces al sueño manifiesto elemento ninguno que represente una contradicción directa de las mismas, análogamente a como sucedía en los sueños del grupo a).
El carácter esencial de los sueños
punitivos sería el de que en ellos no es el deseo inconsciente procedente de lo
reprimido (del sistema Inc.) el que se constituye en formador del sueño, sino
el deseo que reacciona a él, procedente del yo, aunque también inconsciente
(esto es, preconsciente)
El sueño tiende, pues, directamente a dar expresión a aquello que
al principio quería negar, proceso en el cual se hace notar, a través de las
deformaciones, la tendencia realizadora de deseos.
Podemos ya precisar qué es lo que el deseo inconsciente significa
para el sueño: Dice, :”la importancia de los restos diurnos es que , “La representación inconsciente es
absolutamente incapaz, como tal, de llegar a lo preconsciente. Lo único que
puede hacer es exteriorizar en él un efecto, enlazándose con una representación
preconsciente no censurable, a la que transfiere su intensidad y detrás de la
cual se oculta. Este hecho, al que damos el nombre de transferencia, contiene
la explicación de muchos singulares procesos de la vida anímica de los
neuróticos. La transferencia puede dejar intacta la representación procedente
de lo preconsciente, la cual alcanza entonces una gran intensidad inmerecida o
puede imponerle una modificación paralela al contenido de la representación
inconsciente.
Si aceptamos para el fenómeno onírico esta necesidad de
transferencia de las representaciones reprimidas, descubierta en el análisis de
las neurosis, hallaremos de una sola vez la solución de dos de sus enigmas: el
de que todo análisis revele la intervención de una impresión reciente en la
formación del sueño y el de que este elemento sea muchas veces de carácter
trivialísimo e indiferente. Tales elementos recientes e indiferentes pasan con
tanta frecuencia al sueño como sustituciones de las ideas latentes más antiguas
es porque son las que menos tienen que temer por parte de la censura de la
resistencia. Pero mientras que la exención de la censura no nos aclara más que
la preferencia de que son objeto los elementos triviales, la constancia de los
elementos recientes deja transparentar la necesidad de transferencia.
El esquema del aparato psíquico antes establecido va ahora a
ayudarnos a conseguirla.
El aparato psíquico representado en su capacidad funcional, aspiró
primeramente a mantenerse libre de estímulos en lo posible y adoptó con este
fin, en su primera estructura, el esquema del aparato de reflexión que le
permita derivar en el acto por caminos motores las excitaciones sensibles que
hasta él llegaban. Los primeros estímulos que a él llegaron fueron los
correspondientes a las grandes necesidades físicas. La excitación provocada por
la necesidad interna buscará una derivación en la motilidad derivación que
podremos califica; de «modificación interna». El niño hambriento grita y
patalea, pero esto no modifica en nada su situación, pues la excitación emanada
de la necesidad no corresponde a una energía de efecto momentáneo, sino a una
energía de efecto continuado. La situación continuará siendo la misma hasta que
por un medio cualquiera -en el caso del niño, por un auxilio ajeno- se llega al
conocimiento de la experiencia de satisfacción, que suprime la excitación
interior. La aparición de cierta percepción (el alimento en este caso), cuya
imagen mnémica queda asociada a partir de este momento con la huella mnémica de
la excitación emanada de la necesidad, constituye un componente esencial de
esta experiencia.
En cuanto la necesidad resurja, surgirá también, merced a la
relación establecida, un impulso psíquico que cargará de nuevo la imagen mnémica
de dicha percepción y provocará nuevamente esta última, esto es, que tenderá a
reconstituir la situación de la primera satisfacción. Tal impulso es lo que
calificamos de deseos. La reaparición de la percepción es la realización del
deseo, y la carga psíquica completa de la percepción, por la excitación emanada
de la necesidad, es el camino más corto para llegar a dicha realización. Nada
hay que nos impida aceptar un estado primitivo del aparato psíquico en el que
este camino quede recorrido de tal manera que el deseo termine en una
alucinación. Esta primera actividad psíquica tiende, por tanto, a una identidad
de percepción, o sea a la repetición de aquella percepción que se halla
enlazada con la satisfacción de la necesidad.
El establecimiento de la
identidad de percepción, por el breve camino regresivo en el interior del
aparato, no tiene en otro lugar la consecuencia que aparece enlazada desde el
exterior con la carga de la misma percepción. La satisfacción no se verifica y la
necesidad perdura. Toda la complicada
actividad mental que se desarrolla desde la huella mnémica hasta la creación de
la identidad de percepción por el mundo exterior no representa sino un rodeo
que la experiencia ha demostrado necesario para llegar a la realización de
deseos . Los impulsos optativos
inconscientes tienden también a imponerse durante el día, y tanto la
transferencia como las psicosis nos muestran que dichos impulsos quisieran
llegar a la conciencia y al dominio de la motilidad siguiendo los caminos que
atraviesan el sistema de lo preconsciente. En la censura entre Inc. y Prec.,
censura cuya existencia nos ha sido revelada por el estudio del sueño, tenemos
que reconocer, por tanto, la instancia que vela por nuestra salud mental. ¿
Nos encontramos ahora en buen camino para continuar edificando la
armazón psicológica que abandonamos después de incluir en ella los dos sistemas
Inc. y Prec. Pero tenemos todavía motivos suficientes para proseguir el estudio
del deseo como única fuerza impulsora del sueño. Hemos hallado la explicación
de que el sueño es siempre una realización de deseos, por ser una función del
sistema Inc., el cual no tiene otro fin que la realización de deseos y no
dispone de fuerzas distintas de los impulsos optativos.
Entonces, “Si es cierto que existe un sistema inconsciente, no
puede ser el sueño su única manifestación. Todo sueño es, desde luego, una
realización de deseos, pero tiene que haber también otras formas de
realizaciones anormales de deseos distintas del sueño. Así es, en efecto, pues
la teoría de todos los síntomas psiconeuróticos culmina en el principio de que
también estos productos tienen que ser considerados como realizaciones de
deseos de lo inconsciente (#387).
.De esta serie de
realizaciones de deseos (por ejemplo, de los síntomas histéricos) .Para la
formación de un síntoma histérico tienen que colaborar las dos corrientes de
nuestra vida anímica. El síntoma no es simplemente la expresión de un deseo
inconsciente realizado pues para su formación tiene que concurrir además un
deseo preconsciente que halle también en él su realización, resultando así
doblemente determinado por lo menos, o sea una vez por cada uno de los sistemas
en conflicto. El síntoma histérico no nace sino cuando dos realizaciones de deseos,
contrarias y procedentes cada una de un sistema psíquico distinto, pueden
coincidir en una expresión. En algunos casos nos han revelado los análisis
indicios de creaciones reactivas; por ejemplo, mi cariño hacia R, en el sueño
de mi tío.
El deseo de dormir, mantenido por lo preconsciente, ejerce, en
general, un efecto favorable a la formación del sueño. Recordemos el sueño del
padre al que el resplandor que llega desde la habitación vecina induce a la
conclusión de que el cadáver puede estarse quemando. Una de las fuerzas
psíquicas que provocan la deducción de esta conclusión, en lugar del despertar
del sujeto, es el deseo de prolongar por un momento la vida del niño resucitado
en el sueño. No habiendo podido realizar el análisis de este caso, se nos
escapan probablemente otros deseos inconscientes en él contenidos. Como su
segunda fuerza impulsora podemos considerar la necesidad de reposo del padre.
El sueño prolonga al mismo tiempo la vida del niño y el reposo del sujeto. El
deseo de continuar durmiendo presta su ayuda en todos los sueños al deseo
inconsciente. En realidad, todos los
sueños pueden recibir justificadamente este nombre. Este deseo tiene que
intervenir también en la formación de todos los demás sueños, los cuales sólo
desde el interior pueden perturbar el reposo. Cuando el sueño resulta demasiado
perturbador advierte el Prec. a la conciencia: «Déjalo y sigue durmiendo. No es
más que un sueño.» Esta advertencia describe la conducta general de nuestra
actividad anímica dominante con respecto al sueño. Concluiremos, pues, que
durante todo el estado de reposo sabemos tan seguramente que soñamos como que
dormimos. No debemos conceder importancia ninguna a la objeción de que nuestra
conciencia no llega nunca a la percepción de uno de estos conocimientos y a la
del otro únicamente en ocasiones determinadas, cuando la censura se siente
sorprendida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario